Hoy deseo compartir contigo un truquito sencillísimo que te puede servir para empoderar tu lenguaje. Está basado en la construcción de sentencias utilizando la palabra “pero”, y para poder explicártelo bien necesito antes proporcionarte un breve apunte de gramática. La palabra “pero” es una conjunción adversativa. Esto quiere decir que une dos frases que son “adversarias” entre sí, es decir, que una de ellas se opone, afecta, impide, matiza o corrige a la otra. Veamos un ejemplo: “quiero hacer la tarea que me han encomendado, pero me resulta bastante difícil”. No es difícil comprobar que la frase que pronunciamos después del pero resta prácticamente todo su poder a la primera y se convierte en lo que en coaching denominamos “explicación tranquilizadora”: aquella que nos mantiene en nuestra zona de confort.
El truco es este: cambia el orden en el que “colocas” las frases. Fíjate: “me resulta bastante difícil, pero quiero hacer la tarea que me han encomendado”. Esta modificación que aparentemente es sutil ejercerá una influencia asombrosa en tu voluntad porque, si bien reconoces el impedimento (la tarea es bastante difícil), acabas poniendo tu foco en lo que sí deseas hacer (la tarea que te han encomendado) a pesar de la dificultad.
Probemos con otra: “es un niño encantador, pero a veces se porta mal”; “a veces se porta mal, pero es un niño encantador”. ¿Cómo te suena la primera construcción y cómo te suena la segunda? Tanto en tu mente como en la de tu interlocutor, la frase sobre la que recae la fuerza es la que pronuncias después del pero. Mi invitación es a que, antes de pronunciarlas, pruebes a reordenarlas teniendo al pero como pivote, a ver qué pasa.
El truco es aplicable a sinónimos del pero, como “mas” (sin acento), “sin embargo”, “aunque”, “no obstante”, etcétera.
Hoy deseo compartir contigo un truquito sencillísimo que te puede servir para empoderar tu lenguaje. Está basado en la construcción de sentencias utilizando la palabra “pero”, y para poder explicártelo bien necesito antes proporcionarte un breve apunte de gramática. La palabra “pero” es una conjunción adversativa. Esto quiere decir que une dos frases que son “adversarias” entre sí, es decir, que una de ellas se opone, afecta, impide, matiza o corrige a la otra. Veamos un ejemplo: “quiero hacer la tarea que me han encomendado, pero me resulta bastante difícil”. No es difícil comprobar que la frase que pronunciamos después del pero resta prácticamente todo su poder a la primera y se convierte en lo que en coaching denominamos “explicación tranquilizadora”: aquella que nos mantiene en nuestra zona de confort. El truco es este: cambia el orden en el que “colocas” las frases. Fíjate: “me resulta bastante difícil, pero quiero hacer la tarea que me han encomendado”. Esta modificación que aparentemente es sutil ejercerá una influencia asombrosa en tu voluntad porque, si bien reconoces el impedimento (la tarea es bastante difícil), acabas poniendo tu foco en lo que sí deseas hacer (la tarea que te han encomendado) a pesar de la dificultad. Probemos con otra: “es un niño encantador, pero a veces se porta mal”; “a veces se porta mal, pero es un niño encantador”. ¿Cómo te suena la primera construcción y cómo te suena la segunda? Tanto en tu mente como en la de tu interlocutor, la frase sobre la que recae la fuerza es la que pronuncias después del pero. Mi invitación es a que, antes de pronunciarlas, pruebes a reordenarlas teniendo al pero como pivote, a ver qué pasa. El truco es aplicable a sinónimos del pero, como “mas” (sin acento), “sin embargo”, “aunque”, “no obstante”, etcétera.