Tras las elecciones del 24 de mayo hemos vivido días de trepidante trasiego informativo con reuniones entre los líderes de los partidos más votados para generar pactos. Este tema también lo abordamos en el coaching dado que es prácticamente imposible la convivencia humana sin llegar a algún tipo de acuerdo. Sólo que es preciso que tales acuerdos cumplan con ciertas condiciones, dado que no podemos olvidar que una negociación que tenga que repetirse ha sido mala, ya que no ha satisfecho a alguno de los pactantes.
Para que se dé un pacto se necesitan, al menos, dos partes. El acuerdo ha de beneficiar a ambas. Por último, ha de quedar sellado con algún tipo de signo. Esto es así desde tiempos primitivos y se da en distintos ámbitos de convivencia, desde la firma de un contrato hasta la ceremonia nupcial. La filosofía “ganar/ganar” (“win/win”) es la idónea, dado que se busca la simbiosis, o sea, la asociación de dos para el beneficio mutuo. Aquí copiamos a la naturaleza, y un ejemplo perfecto son las bacterias que habitan en nuestro organismo: les servimos de hogar mientras que nos permiten desarrollar las funciones metabólicas que nos mantienen con vida.
En ocasiones, encuentro personas que generan conflicto a la hora de pactar porque no están dispuestas a ceder. No son conscientes de que un pacto también requiere de cierto sacrificio, entendiendo por tal la renuncia a algo bueno en pos de algo mejor. El truco consiste en focalizarnos en lo que ganamos y no en lo que perdemos, es decir, en estructurar bien la escala de valores y tomar conciencia de que para conseguir lo que deseo he de pagar cierto precio.
Me pregunto si esto lo tienen claro nuestros líderes políticos.
Tras las elecciones del 24 de mayo hemos vivido días de trepidante trasiego informativo con reuniones entre los líderes de los partidos más votados para generar pactos. Este tema también lo abordamos en el coaching dado que es prácticamente imposible la convivencia humana sin llegar a algún tipo de acuerdo. Sólo que es preciso que tales acuerdos cumplan con ciertas condiciones, dado que no podemos olvidar que una negociación que tenga que repetirse ha sido mala, ya que no ha satisfecho a alguno de los pactantes. Para que se dé un pacto se necesitan, al menos, dos partes. El acuerdo ha de beneficiar a ambas. Por último, ha de quedar sellado con algún tipo de signo. Esto es así desde tiempos primitivos y se da en distintos ámbitos de convivencia, desde la firma de un contrato hasta la ceremonia nupcial. La filosofía “ganar/ganar” (“win/win”) es la idónea, dado que se busca la simbiosis, o sea, la asociación de dos para el beneficio mutuo. Aquí copiamos a la naturaleza, y un ejemplo perfecto son las bacterias que habitan en nuestro organismo: les servimos de hogar mientras que nos permiten desarrollar las funciones metabólicas que nos mantienen con vida. En ocasiones, encuentro personas que generan conflicto a la hora de pactar porque no están dispuestas a ceder. No son conscientes de que un pacto también requiere de cierto sacrificio, entendiendo por tal la renuncia a algo bueno en pos de algo mejor. El truco consiste en focalizarnos en lo que ganamos y no en lo que perdemos, es decir, en estructurar bien la escala de valores y tomar conciencia de que para conseguir lo que deseo he de pagar cierto precio. Me pregunto si esto lo tienen claro nuestros líderes políticos.