Patrick Süskind comienza su maravillosa novela El perfume describiendo al protagonista como “uno de los hombres más geniales y abominables” de su época, el siglo XVIII, y quejándose de que si había caído en el olvido era porque “su genio y su única ambición” se limitaban a un terreno que no deja huellas en la historia: “al efímero mundo de los olores”. Pero yo desafío tal afirmación, puesto que los olores sí que dejan una huella imperecedera en una historia muy particular: la tuya.
La Programación Neurolingüística denomina ancla a cualquier estímulo que genere en el ser humano una reacción emocional. Puede ser una imagen, un sonido o una sensación. Una de las anclas más potentes con las que contamos son los aromas. ¿Cuántas veces te ha sucedido que captar una determinada fragancia ha evocado en ti recuerdos dormidos en algún rincón de tu mente, acaso de tu infancia, de un sitio concreto, de cierta persona o de una vivencia que has asociado inconscientemente a ese olor? No podríamos oler sin una zona del cerebro denominada rinencéfalo que está conectada directamente con el paleocórtex, nuestra parte más primitiva e instintiva. Tiene sentido, dado que el olor y el gusto están tan relacionados que ambos gestionan la emoción del asco, lo que en un determinado momento puede llegar a salvarte la vida al evitar que ingieras alguna sustancia tóxica.
Yo denomino a nuestro mapa olfativo de memoria odorama. Y si bien lo vamos construyendo sin darnos cuenta, te invito a que colecciones olores que tengas ya asociados a recuerdos. Es más fácil y divertido de lo que parece. Sirve para que, usando tales anclas, provoques, en segundos, el estado emocional que desees.
Patrick Süskind comienza su maravillosa novela El perfume describiendo al protagonista como “uno de los hombres más geniales y abominables” de su época, el siglo XVIII, y quejándose de que si había caído en el olvido era porque “su genio y su única ambición” se limitaban a un terreno que no deja huellas en la historia: “al efímero mundo de los olores”. Pero yo desafío tal afirmación, puesto que los olores sí que dejan una huella imperecedera en una historia muy particular: la tuya. La Programación Neurolingüística denomina ancla a cualquier estímulo que genere en el ser humano una reacción emocional. Puede ser una imagen, un sonido o una sensación. Una de las anclas más potentes con las que contamos son los aromas. ¿Cuántas veces te ha sucedido que captar una determinada fragancia ha evocado en ti recuerdos dormidos en algún rincón de tu mente, acaso de tu infancia, de un sitio concreto, de cierta persona o de una vivencia que has asociado inconscientemente a ese olor? No podríamos oler sin una zona del cerebro denominada rinencéfalo que está conectada directamente con el paleocórtex, nuestra parte más primitiva e instintiva. Tiene sentido, dado que el olor y el gusto están tan relacionados que ambos gestionan la emoción del asco, lo que en un determinado momento puede llegar a salvarte la vida al evitar que ingieras alguna sustancia tóxica. Yo denomino a nuestro mapa olfativo de memoria odorama. Y si bien lo vamos construyendo sin darnos cuenta, te invito a que colecciones olores que tengas ya asociados a recuerdos. Es más fácil y divertido de lo que parece. Sirve para que, usando tales anclas, provoques, en segundos, el estado emocional que desees.