Cuántas veces has escuchado eso de “me lo voy guardando… ¡hasta que no puedo más y exploto!”. Leonardo Wolk, autor del libro El arte de soplar las brasas, tiene una metáfora muy ilustrativa para explicar el efecto de dicha “explosión”: es como si nos vomitaran encima y después tratásemos de averiguar qué ha comido nuestro interlocutor analizando aquello que acaba de expulsar.
Siguiendo con el símil gástrico: vomitamos cuando hemos introducido en nuestro organismo una substancia dañina o cuando estamos hasta reventar porque nos hemos atiborrado de alimentos. Trasladado esto al ámbito emocional, la “explosión” (el vómito lingüístico) se produce cuando la persona desea comunicar algo que le resulta muy doloroso o nocivo, o cuando ha ido acumulando razones que han ido alimentado su rabia hasta que no puede más y las devuelve todas juntas. Esto es signo de una inadecuada gestión emocional.
En coaching hacemos la distinción entre una persona sincera (que dice lo que piensa en el momento oportuno y en el tono adecuado) y la persona “sincericida” (la que lo larga sin importarle las consecuencias o sin pararse a pensar si su “sinceridad”, entre comillas, enmascara un deseo soterrado de perjudicar al otro).
Hay una frase que dice que somos dueños de lo que callamos y esclavos de lo que decimos. Recuerda estas preguntas antes de expresar algo de lo que luego te puedas arrepentir: ¿para qué lo vas a decir? ¿Qué pasa si te lo callas? ¿Cuándo es el momento de decirlo? ¿En qué tono? ¿Cómo te gustaría que te lo dijeran a ti?
Acaso tenía razón el novelista Mourois cuando afirmó que ser sincero no es decir cuanto se piensa, sino no decir nunca lo contrario a lo que se piensa.
Cuántas veces has escuchado eso de “me lo voy guardando… ¡hasta que no puedo más y exploto!”. Leonardo Wolk, autor del libro El arte de soplar las brasas, tiene una metáfora muy ilustrativa para explicar el efecto de dicha “explosión”: es como si nos vomitaran encima y después tratásemos de averiguar qué ha comido nuestro interlocutor analizando aquello que acaba de expulsar. Siguiendo con el símil gástrico: vomitamos cuando hemos introducido en nuestro organismo una substancia dañina o cuando estamos hasta reventar porque nos hemos atiborrado de alimentos. Trasladado esto al ámbito emocional, la “explosión” (el vómito lingüístico) se produce cuando la persona desea comunicar algo que le resulta muy doloroso o nocivo, o cuando ha ido acumulando razones que han ido alimentado su rabia hasta que no puede más y las devuelve todas juntas. Esto es signo de una inadecuada gestión emocional.En coaching hacemos la distinción entre una persona sincera (que dice lo que piensa en el momento oportuno y en el tono adecuado) y la persona “sincericida” (la que lo larga sin importarle las consecuencias o sin pararse a pensar si su “sinceridad”, entre comillas, enmascara un deseo soterrado de perjudicar al otro).Hay una frase que dice que somos dueños de lo que callamos y esclavos de lo que decimos. Recuerda estas preguntas antes de expresar algo de lo que luego te puedas arrepentir: ¿para qué lo vas a decir? ¿Qué pasa si te lo callas? ¿Cuándo es el momento de decirlo? ¿En qué tono? ¿Cómo te gustaría que te lo dijeran a ti?Acaso tenía razón el novelista Mourois cuando afirmó que ser sincero no es decir cuanto se piensa, sino no decir nunca lo contrario a lo que se piensa