En coaching llamamos “explicación tranquilizadora” a aquella que nos mantiene en nuestra zona de confort. Y, por lo general, son explicaciones que comienzan con un “es que”… Por ejemplo: si pronuncio la frase “es que yo soy muy malo para las matemáticas y por eso dejo que sea mi pareja quien lleve el presupuesto familiar” estaré justificando el que no asuma la responsabilidad de aprender a manejar las finanzas para disfrutar así de la ganancia secundaria que tiene para mí que alguien haga el trabajo que me resulta ingrato. Conozco a personas “esquerosas”, y a veces también lo soy yo, pero voy a darte tres claves para, si quieres, dejar de serlo. O serlo menos.
1. Detrás de un “es que”, por regla general, hay una creencia que nos frena en nuestro propósito de ponernos en acción dado que justifica lo que nos está sucediendo. ¿Cómo sería tu conducta si escogieras creer otra cosa, acaso lo contrario a lo que has verbalizado?
2. Cada “es que” que pronunciamos nos paraliza, nos dificulta el crecimiento y el aprendizaje. ¿Ese “es que” está realmente justificado o es una coletilla que utilizas irracionalmente para permanecer en tu ignorancia a cambio de tu comodidad?
3. ¿Cómo mejoraría tu situación si renunciaras al “es que” y buscaras la motivación para ponerte en marcha? Recuerda que si quieres hacerlo buscarás la forma, y si no quieres hacerlo encontrarás la excusa.
Piensa en los “es que” que han pronunciado ante ti y que han frenado iniciativas que te hubieran resultado muy transformadoras. Según Echeverría, construimos nuestros futuros alternativos con el lenguaje. Así, hay expresiones que abren posibilidades y las hay que las cierran, como es el caso de la que hoy nos ocupa. ¿Qué posibilidades estás cercenando al pronunciar cada “es que”? ¿Qué te impide realmente explorarlas?
En coaching llamamos “explicación tranquilizadora” a aquella que nos mantiene en nuestra zona de confort. Y, por lo general, son explicaciones que comienzan con un “es que”… Por ejemplo: si pronuncio la frase “es que yo soy muy malo para las matemáticas y por eso dejo que sea mi pareja quien lleve el presupuesto familiar” estaré justificando el que no asuma la responsabilidad de aprender a manejar las finanzas para disfrutar así de la ganancia secundaria que tiene para mí que alguien haga el trabajo que me resulta ingrato. Conozco a personas “esquerosas”, y a veces también lo soy yo, pero voy a darte tres claves para, si quieres, dejar de serlo. O serlo menos.1. Detrás de un “es que”, por regla general, hay una creencia que nos frena en nuestro propósito de ponernos en acción dado que justifica lo que nos está sucediendo. ¿Cómo sería tu conducta si escogieras creer otra cosa, acaso lo contrario a lo que has verbalizado?2. Cada “es que” que pronunciamos nos paraliza, nos dificulta el crecimiento y el aprendizaje. ¿Ese “es que” está realmente justificado o es una coletilla que utilizas irracionalmente para permanecer en tu ignorancia a cambio de tu comodidad?3. ¿Cómo mejoraría tu situación si renunciaras al “es que” y buscaras la motivación para ponerte en marcha? Recuerda que si quieres hacerlo buscarás la forma, y si no quieres hacerlo encontrarás la excusa. Piensa en los “es que” que han pronunciado ante ti y que han frenado iniciativas que te hubieran resultado muy transformadoras. Según Echeverría, construimos nuestros futuros alternativos con el lenguaje. Así, hay expresiones que abren posibilidades y las hay que las cierran, como es el caso de la que hoy nos ocupa. ¿Qué posibilidades estás cercenando al pronunciar cada “es que”? ¿Qué te impide realmente explorarlas?