Cuenta la leyenda que Walt Disney disponía de tres ubicaciones distintas para su equipo creativo. La primera era una sala adornada con colores brillantes y cojines en el suelo donde se echaban para fantasear sobre cómo sería la siguiente producción. La segunda era una oficina de trabajo donde filtraban las ideas que se les había ocurrido en aquella primera “sala de cuento de hadas” para quedarse con las que era factible desarrollar. La tercera era el propio despacho de Disney, sobrio, en el que el equipo debía responder a las preguntas inquisidoras del jefe que adoptaba el rol de “policía malo” poniendo objeciones a cuanto le proponían. El resultado es el que universalmente conocemos: el único productor de la historia del cine que ha conseguido que el público vaya a ver sus películas por él (“¡una película de Disney!”), no por el director o por los actores. La programación neurolingüística (PNL) modela este excelente proceso y lo denomina Creatividad Disney. Consiste en diseñar un proyecto en tres fases. ¿Te apetece probarlo?
1. El soñador. ¿Qué quieres hacer? ¿Para qué? ¿Qué beneficios buscas con ese objetivo? ¿A dónde quieres que te conduzca esa idea en el futuro?
2. El realista. ¿Cuándo estará completado el proceso? ¿Quién está implicado en su consecución? ¿Cuáles serán los pasos secuenciados para conseguirlo? ¿Cómo medirás los resultados?
3. El crítico. ¿A quién afectará esa idea? ¿Qué podrán objetar al plan? ¿Cuándo y dónde no querrás ponerlo en marcha? ¿Qué le falta al plan en el estado actual o qué necesitas para arrancar?
Más fácilmente lo podemos resumir en tres preguntas: ¿qué deseas conseguir? ¿Cómo vas a hacerlo? ¿Qué obstáculos podrían impedírtelo?
Despacho de Walt Disney Cuenta la leyenda que Walt Disney disponía de tres ubicaciones distintas para su equipo creativo. La primera era una sala adornada con colores brillantes y cojines en el suelo donde se echaban para fantasear sobre cómo sería la siguiente producción. La segunda era una oficina de trabajo donde filtraban las ideas que se les había ocurrido en aquella primera “sala de cuento de hadas” para quedarse con las que era factible desarrollar. La tercera era el propio despacho de Disney, sobrio, en el que el equipo debía responder a las preguntas inquisidoras del jefe que adoptaba el rol de “policía malo” poniendo objeciones a cuanto le proponían. El resultado es el que universalmente conocemos: el único productor de la historia del cine que ha conseguido que el público vaya a ver sus películas por él (“¡una película de Disney!”), no por el director o por los actores. La programación neurolingüística (PNL) modela este excelente proceso y lo denomina Creatividad Disney. Consiste en diseñar un proyecto en tres fases. ¿Te apetece probarlo? 1. El soñador. ¿Qué quieres hacer? ¿Para qué? ¿Qué beneficios buscas con ese objetivo? ¿A dónde quieres que te conduzca esa idea en el futuro? 2. El realista. ¿Cuándo estará completado el proceso? ¿Quién está implicado en su consecución? ¿Cuáles serán los pasos secuenciados para conseguirlo? ¿Cómo medirás los resultados? 3. El crítico. ¿A quién afectará esa idea? ¿Qué podrán objetar al plan? ¿Cuándo y dónde no querrás ponerlo en marcha? ¿Qué le falta al plan en el estado actual o qué necesitas para arrancar? Más fácilmente lo podemos resumir en tres preguntas: ¿qué deseas conseguir? ¿Cómo vas a hacerlo? ¿Qué obstáculos podrían impedírtelo?