En coaching hay una distinción entre dolor y sufrimiento: el dolor tiene una dimensión emocional porque es una reacción casi automática frente a la circunstancia que lo provoca; el sufrimiento es un estado que surge de un pensamiento más elaborado, es decir, del diálogo interno con el que interpretamos el suceso doloroso y con el que tomamos conciencia de en qué medida nos afecta. Un proceso de duelo se pasa con sufrimiento y la intervención psicológica no pretende eliminarlo. Lo que sí hace es ayudar a la persona a que exprese sus emociones de acuerdo con su personalidad.
Así, nos encontramos con quien llora de manera desconsolada y con quien, sin derramar una lágrima, padece sin aparentes signos externos por la pérdida a la que se enfrenta. En ambos casos, respeto. Nunca digas a quien esté en pleno proceso de duelo frases del tipo “el tiempo lo cura todo” porque desacreditan la legitimidad de lo que está experimentando la persona. Nos corresponde sólo acompañar, dado que compartir esa situación alivia por una mera cuestión de solidaridad.
Cuando es un grupo el que se enfrenta al duelo, bien sea una familia entera o las víctimas de un accidente, por ejemplo, es preciso evitar el peligro de que se diluya la personalización de los sentimientos, es decir, de que se trate a todos por igual sin tener en cuenta las características de cada cual.
El coaching proporciona recursos internos para afrontar la situación. Por eso te invito a que si estás pasando por una pérdida experimentes el coaching como complemento a una posible terapia psicológica o al apoyo espiritual en caso de que seas creyente para integrar de una manera más eficaz el consuelo que todo ello te brinda.
En coaching hay una distinción entre dolor y sufrimiento: el dolor tiene una dimensión emocional porque es una reacción casi automática frente a la circunstancia que lo provoca; el sufrimiento es un estado que surge de un pensamiento más elaborado, es decir, del diálogo interno con el que interpretamos el suceso doloroso y con el que tomamos conciencia de en qué medida nos afecta. Un proceso de duelo se pasa con sufrimiento y la intervención psicológica no pretende eliminarlo. Lo que sí hace es ayudar a la persona a que exprese sus emociones de acuerdo con su personalidad. Así, nos encontramos con quien llora de manera desconsolada y con quien, sin derramar una lágrima, padece sin aparentes signos externos por la pérdida a la que se enfrenta. En ambos casos, respeto. Nunca digas a quien esté en pleno proceso de duelo frases del tipo “el tiempo lo cura todo” porque desacreditan la legitimidad de lo que está experimentando la persona. Nos corresponde sólo acompañar, dado que compartir esa situación alivia por una mera cuestión de solidaridad. Cuando es un grupo el que se enfrenta al duelo, bien sea una familia entera o las víctimas de un accidente, por ejemplo, es preciso evitar el peligro de que se diluya la personalización de los sentimientos, es decir, de que se trate a todos por igual sin tener en cuenta las características de cada cual. El coaching proporciona recursos internos para afrontar la situación. Por eso te invito a que si estás pasando por una pérdida experimentes el coaching como complemento a una posible terapia psicológica o al apoyo espiritual en caso de que seas creyente para integrar de una manera más eficaz el consuelo que todo ello te brinda.