Si conoces a alguien que, le pase lo que le pase, le echa de manera sistemática la culpa a otra persona o a las circunstancias, o que es incapaz de reconocer su propia responsabilidad sobre lo que le sucede, probablemente estés ante lo que en coaching denominamos una persona victimista. El inconveniente de tratar con alguien así es que su estado de ánimo, por lo general plagado de pesimismo, puede resultar contagioso si no sabes cómo gestionar la relación.
Ante todo, presta atención a sus quejas sólo durante unos minutos. De lo contrario, corres el riesgo de que su discurso se vuelva interminable y termines adoptando una postura de salvador aportando soluciones que con toda probabilidad no le van a servir porque requerirían que tomara decisiones abandonando así la zona de confort en la que se ha instalado. Ten en cuenta que la persona victimista, en el fondo, persigue que alguien le haga el trabajo que no tiene disposición de desempeñar, y que además se siente mejor haciéndote sentir culpable si te niegas a acceder a sus requerimientos. Esto es lo que convierte la relación en tóxica.
En algún momento de la conversación puedes hacerle preguntas de desafío como ¿de qué forma estás contribuyendo tú a que esto suceda?, ¿qué sí puedes hacer?, ¿para qué me cuentas esto?, ¿qué necesitas específicamente?, ¿cuál sería tu primer paso si supieras que la solución depende exclusivamente de ti? Después te callas y dejas que piense.
De hecho, es así como actuamos cuando en un proceso de coaching nos encontramos con un cliente que adopta este rol.
Un cambio significativo en su vida consiste en tomar conciencia de que es protagonista de sus decisiones, y que es capaz de elegir.
Si conoces a alguien que, le pase lo que le pase, le echa de manera sistemática la culpa a otra persona o a las circunstancias, o que es incapaz de reconocer su propia responsabilidad sobre lo que le sucede, probablemente estés ante lo que en coaching denominamos una persona victimista. El inconveniente de tratar con alguien así es que su estado de ánimo, por lo general plagado de pesimismo, puede resultar contagioso si no sabes cómo gestionar la relación.Ante todo, presta atención a sus quejas sólo durante unos minutos. De lo contrario, corres el riesgo de que su discurso se vuelva interminable y termines adoptando una postura de salvador aportando soluciones que con toda probabilidad no le van a servir porque requerirían que tomara decisiones abandonando así la zona de confort en la que se ha instalado. Ten en cuenta que la persona victimista, en el fondo, persigue que alguien le haga el trabajo que no tiene disposición de desempeñar, y que además se siente mejor haciéndote sentir culpable si te niegas a acceder a sus requerimientos. Esto es lo que convierte la relación en tóxica. En algún momento de la conversación puedes hacerle preguntas de desafío como ¿de qué forma estás contribuyendo tú a que esto suceda?, ¿qué sí puedes hacer?, ¿para qué me cuentas esto?, ¿qué necesitas específicamente?, ¿cuál sería tu primer paso si supieras que la solución depende exclusivamente de ti? Después te callas y dejas que piense. De hecho, es así como actuamos cuando en un proceso de coaching nos encontramos con un cliente que adopta este rol. Un cambio significativo en su vida consiste en tomar conciencia de que es protagonista de sus decisiones, y que es capaz de elegir.