«Procrastinar” es la palabra moderna con la que nos referimos al “dejar para mañana” de toda la vida. El economista Keith Chen ha publicado un estudio sobre su intuición de que las personas que utilizan idiomas que conjugan los verbos en futuro con formas muy parecidas al presente, como es el caso de los chinos o los japoneses, procrastinan mucho menos y son más productivos. Según él, también esto ocurre con germanoparlantes.
En castellano, nuestros tiempos verbales futuros son complejos. Aunque la traducción desde lenguas orientales no sea exactamente la que te voy a poner en este ejemplo, es como si el hablante de esos idiomas dijese “pasado mañana hago ejercicio” en vez del más correcto “pasado mañana HARÉ ejercicio”. Chen dice que nuestra forma de conjugar hace que nos desliguemos emocionalmente de los objetivos y pierdan fuerza.
En el caso de los japoneses, por ejemplo, el futuro lo “ven” en su mente como presente como efecto de esTa estrategia lingüística, y Chen supone que eso genera un 25% más de ahorro de promedio durante la vida puesto que no se retrasa el reservar dinero para más adelante. Ignoro hasta qué punto tienen validez científica tales afirmaciones, pero como coach sí que estoy convencido de que nuestra actitud frente a los objetivos pasa por cómo los formulamos con el lenguaje.
Supongamos que deseas dejar de fumar. No es en absoluto lo mismo decir “el mes que viene lo dejaré” a “¡lo dejo ahora!”. Por lo visto, el cerebro es más receptivo a las órdenes dadas en presente de indicativo, con adverbios que nos anclan al momento presente (“ahora”) y con un determinado tono imperativo expresado con las admiraciones con las que he escrito la frase.
«Procrastinar” es la palabra moderna con la que nos referimos al “dejar para mañana” de toda la vida. El economista Keith Chen ha publicado un estudio sobre su intuición de que las personas que utilizan idiomas que conjugan los verbos en futuro con formas muy parecidas al presente, como es el caso de los chinos o los japoneses, procrastinan mucho menos y son más productivos. Según él, también esto ocurre con germanoparlantes. En castellano, nuestros tiempos verbales futuros son complejos. Aunque la traducción desde lenguas orientales no sea exactamente la que te voy a poner en este ejemplo, es como si el hablante de esos idiomas dijese “pasado mañana hago ejercicio” en vez del más correcto “pasado mañana HARÉ ejercicio”. Chen dice que nuestra forma de conjugar hace que nos desliguemos emocionalmente de los objetivos y pierdan fuerza. En el caso de los japoneses, por ejemplo, el futuro lo “ven” en su mente como presente como efecto de esta estrategia lingüística, y Chen supone que eso genera un 25% más de ahorro de promedio durante la vida puesto que no se retrasa el reservar dinero para más adelante. Ignoro hasta qué punto tienen validez científica tales afirmaciones, pero como coach sí que estoy convencido de que nuestra actitud frente a los objetivos pasa por cómo los formulamos con el lenguaje. Supongamos que deseas dejar de fumar. No es en absoluto lo mismo decir “el mes que viene lo dejaré” a “¡lo dejo ahora!”. Por lo visto, el cerebro es más receptivo a las órdenes dadas en presente de indicativo, con adverbios que nos anclan al momento presente (“ahora”) y con un determinado tono imperativo expresado con las admiraciones con las que he escrito la frase.