El platillo de la balanza griega se llamaba “tálanton” y es de ahí, del peso que tenían las mercancías, de donde surgió el nombre de cierta moneda romana.
Según consta en los Evangelios, Jesús propuso una parábola en la que un señor reparte talentos (monedas) entre sus sirvientes para que negocien y aumenten así sus ganancias, pero uno de ellos lo entierra para no perderlo recibiendo así la reprimenda del amo, pues a la postre fue el único que no multiplicó el patrimonio. De este relato proviene nuestro actual concepto de talento como la habilidad que tenemos en el desempeño de una actividad, a menudo usado como sinónimo de inteligencia.
Como coach estoy convencido de que todas las personas tenemos, al menos, algún talento: somos capaces de desempeñar ciertas tareas con desenvoltura extraordinaria y digna de admirar por los demás.
¿Cuál es tu talento? Acaso sea tu habilidad para cultivar un jardín, componer bellas melodías, calmar a un niño inquieto o decorar una habitación con pocos recursos. Cualquier cosa que hagas mejor que bien nos vale. Y ahora fíjate: en parte tu talento es natural y en parte lo has ido entrenando a lo largo del tiempo. En todo caso, con la dedicación suficiente y la guía adecuada pienso que cualquiera podría desempeñar con excelencia una habilidad que a priori le parezca difícil. ¿Se secreto? ¡Practicar!
¿Qué vas a hacer para mejorar tu talento? Mi invitación es a que no lo entierres como en la parábola evangélica: sea el que sea tienes el derecho (y casi te diría que el deber) de regalárselo al mundo y a tu propio ser.
Y no olvides que como coach profesional puedo ayudarte a identificarlo y desarrollarlo con maestría. ¡Adelante pues!
(Te recuerdo que puedes solicitar sin compromiso una sesión de demostración totalmente gratuita haciendo click aquí).
El platillo de la balanza griega se llamaba “tálanton” y es de ahí, del peso que tenían las mercancías, de donde surgió el nombre de cierta moneda romana. Según consta en los Evangelios, Jesús propuso una parábola en la que un señor reparte talentos (monedas) entre sus sirvientes para que negocien y aumenten así sus ganancias, pero uno de ellos lo entierra para no perderlo recibiendo así la reprimenda del amo, pues a la postre fue el único que no multiplicó el patrimonio. De este relato proviene nuestro actual concepto de talento como la habilidad que tenemos en el desempeño de una actividad, a menudo usado como sinónimo de inteligencia. Como coach estoy convencido de que todas las personas tenemos, al menos, algún talento: somos capaces de desempeñar ciertas tareas con desenvoltura extraordinaria y digna de admirar por los demás. ¿Cuál es tu talento? Acaso sea tu habilidad para cultivar un jardín, componer bellas melodías, calmar a un niño inquieto o decorar una habitación con pocos recursos. Cualquier cosa que hagas mejor que bien nos vale. Y ahora fíjate: en parte tu talento es natural y en parte lo has ido entrenando a lo largo del tiempo. En todo caso, con la dedicación suficiente y la guía adecuada pienso que cualquiera podría desempeñar con excelencia una habilidad que a priori le parezca difícil. ¿Se secreto? ¡Practicar! ¿Qué vas a hacer para mejorar tu talento? Mi invitación es a que no lo entierres como en la parábola evangélica: sea el que sea tienes el derecho (y casi te diría que el deber) de regalárselo al mundo y a tu propio ser. Y no olvides que como coach profesional puedo ayudarte a identificarlo y desarrollarlo con maestría. ¡Adelante pues!(Te recuerdo que puedes solicitar sin compromiso una sesión de demostración totalmente gratuita haciendo click aquí).