En coaching decimos que un exceso de pasado se convierte en depresión y que un exceso de futuro se convierte en angustia, ambos estados emocionales no operativos y desempoderantes. Piénsalo: ¿cuántos momentos presentes te pierdes por tener la mente ocupada en lo que ya te sucedió o en lo que todavía no te ha pasado? Bien mirado, la vida se compone de momentos, y cuando recordamos o planificamos lo hacemos en “pequeños segmentos”, es decir, en instantes más o menos intensos pero muy significativos para cada uno de nosotros.
Voy a regalarte un truco que hará que te centres en el ahora con más facilidad: cuando te pilles en plena excursión mental y no desees tener la cabeza tan dispersa detente un instante y comienza a repasar las sensaciones de tu cuerpo en ese preciso momento. La respiración, la temperatura, el hormigueo de tu torrente sanguíneo bajo la piel… Cuantas más sensaciones puedas “cazar”, mejor. Después, pon en marcha un diálogo interno que te centre en el instante presente, como por ejemplo decirte “aquí y ahora”, “no hay pasado, no hay mañana” o “pienso, siento y actúo”. Es más: los grandes meditadores confiesan que una vez empezaron su viaje interior con este tipo de ejercicios sencillos hasta que, poco a poco, la mente se les fue volviendo más receptiva a lo que les sucedía y a apartarse de la culpa y la nostalgia (el pasado) o la preocupación y la inquietud (el futuro).
¿Has visto alguna vez un perro pendiente de la pelota que están a punto de lanzarle? Para el animal no existe nada más que lo que tiene delante. No se preocupa sobre dónde va a dormir esa noche o qué va a comer, ni mucho menos de recordar los lugares que visitó seis meses atrás.
En coaching decimos que un exceso de pasado se convierte en depresión y que un exceso de futuro se convierte en angustia, ambos estados emocionales no operativos y desempoderantes. Piénsalo: ¿cuántos momentos presentes te pierdes por tener la mente ocupada en lo que ya te sucedió o en lo que todavía no te ha pasado? Bien mirado, la vida se compone de momentos, y cuando recordamos o planificamos lo hacemos en “pequeños segmentos”, es decir, en instantes más o menos intensos pero muy significativos para cada uno de nosotros. Voy a regalarte un truco que hará que te centres en el ahora con más facilidad: cuando te pilles en plena excursión mental y no desees tener la cabeza tan dispersa detente un instante y comienza a repasar las sensaciones de tu cuerpo en ese preciso momento. La respiración, la temperatura, el hormigueo de tu torrente sanguíneo bajo la piel… Cuantas más sensaciones puedas “cazar”, mejor. Después, pon en marcha un diálogo interno que te centre en el instante presente, como por ejemplo decirte “aquí y ahora”, “no hay pasado, no hay mañana” o “pienso, siento y actúo”. Es más: los grandes meditadores confiesan que una vez empezaron su viaje interior con este tipo de ejercicios sencillos hasta que, poco a poco, la mente se les fue volviendo más receptiva a lo que les sucedía y a apartarse de la culpa y la nostalgia (el pasado) o la preocupación y la inquietud (el futuro). ¿Has visto alguna vez un perro pendiente de la pelota que están a punto de lanzarle? Para el animal no existe nada más que lo que tiene delante. No se preocupa sobre dónde va a dormir esa noche o qué va a comer, ni mucho menos de recordar los lugares que visitó seis meses atrás.